Italia El campeón defensor (por Pinturicchio)

Paul Auster solía decir que quien confía en imbéciles, termina comportándose como un imbécil. No pretendo sugerir con esto la imbecilidad de Lippi, pero quizá cierta estolidez de su parte a la hora de elaborar la lista. Marcello es junto a Capello –para quien escribe esto– de lo mejor en los banquillos europeos, por lo que dudar de su capacidad no sólo infiere un ejercicio absurdo sino también apóstata. Sin embargo, recelar de su criterio no debe considerarse un proceder del todo arbitrario. Más aún luego de oírle requerir con ahínco “que la prensa deje sus viejitos tranquilos”, haciendo alusión, evidentemente, a una fracción del plantel campeón del mundo en Alemania, y en la que reiteraba su confianza cuatro años después. Hoy parece disgustarle el adjetivo.
Un rápido repaso por ésta certifica la senilidad del míster: Zambrotta es hoy una caricatura del lateral ambidextro que vendió la Juventus. Lo propio Cannavaro, ni la sombra de aquel zaguero impermeable ganador del Balón de Oro. Gattuso estuvo ausente buena parte de la temporada milanista, mientras Pirlo, si bien con el guante aún en la bota, se vio contagiado por la vulgaridad que desbordó al equipo de Leonardo. Camoranesi y Iaquinta tampoco fueron ajenos a la peste de su club, perdidos en acción la mayor parte del tiempo. Finalmente, nadie en Italia discute a Buffon, pero dicho vicio responde más a la ausencia seria de competencia que a su rendimiento mirífico.
Por fortuna Lippi desistió a tiempo de inscribir Grosso, uno de los héroes de la gesta en tierras germanas pero de desastroso andar con la Vecchia. Esto, “con el dolor en el alma”, a decir de sus comentarios. Sólo De Rossi y Gilardino, presentes en el Mundial pasado, han sabido conservar los niveles de rendimiento mínimos para una convocatoria. Bajo ningún concepto el allenatore debe confundir la gratitud con los verdaderos méritos. Pero es aquí que se trasluce un doble discurso en sus palabras. Dejó fuera a Totti y Del Piero –con diferencia los máximos anotadores y mejores jugadores de sus clubes–, actores centrales del tetracampeonato. Entonces pudo dejar fuera también a los Gattuso y compañía. La edad al parecer no es un discriminante para el técnico: Cannavaro (37), Di Natale (33), Zambrotta (33), Camoranesi (34), pero sí cuando ha de referirse a Toni (33), al capitán de la Roma (33) o al de la Juve(35). Doble discurso. Sin más.
Pero ya es tarde. Bepe Rossi se encuentra ya veraneando en Estados Unidos, Cassano cuenta las horas para su matrimonio (19 de junio), Aquilani ahoga sus penas en un pub scouser, al tiempo que Balotelli y Palladino se arrellanan frente al plasma de cincuenta y seis pulgadas prestos a ver la Copa del Mundo a distancia. Tendrán que pagar el precio de no ser “del gusto” del entrenador, o “representados” por su hijo. E Italia tendrá que apelar a los Pepe, Palombo y Pazzini, a los veteranos de la guerra pasada, y a la buena voluntad de Buffon y los dioses, para defender el título que ganara en buena ley cincuenta meses atrás. El campeón defensor intentará revalidar su título sin ideas claras a la vista.