Hasta el gorro del Spanish Liverpool

A diferencia de algunos, que odian al Madrid por su presencia mediática, u otros que ahora odian al Getafe por el extraño apoyo a su gesta subcampeona, yo no odio al Liverpool.

Me repatea el Spanish Liverpool y su circunstancia mediática estatal, que es ciertamente diferente.

Y es que este año ha rebasado todos los límites. ¿El motivo? Está claro: Fernando Torres y su entorno periodístico-colchonero-económico. Podemos hacer una lista que encabezaría De la Morena con su acólito (y representante del muchacho) Petón, el que insultó a la afición del Madrid. Seguimos con Matallanas, de Marca y Cope que lubrica en su blog (Matador) con el erotismo que se desprende de no sé qué fotocopia en color que le han dado en Anfield. A este no hace falta quitarle el Interviú. Otra parada sería el rojiblanco, aspirante a periodista, vigilante urbanístico, bufoncillo de Federico y personaje netamente borderline: Abellán. También pasaríamos por los comentaristas de la Champions de Antena3 con el incompetente Manu Sánchez y sus comentarios redundantes y prescindibles a la cabeza... por citar sólo a los más destacados.

Resulta que todo en el Liverpool es mítico y envidiable. Repasemos:

1.- El estadio y sus zarandajas.- Un estadio para algo más de 40.000 espectadores que de tan mítico que es, se lo van a cargar en dos o tres años. Todos conocemos que en la salida de vestuarios pone "This is Anfield". Eso, en España, lo llamarían prepotencia los mismos que lo flipan en colores con el cartelito.

2.- La afición y sus cánticos corales.- No niego que sea estremecedor oirlos a todos cantar al unísono, pero ese hecho no puede cegarnos. Una afición cantando un tema de canción ligera
no deja de prestarse a chirigota. ¿Nos imaginamos a los del Barça cantando "Mamma Mia" o a los del Madrid cantando "Jesucristo Superstar"? Chistes para lustros.
Su carácter animoso no puede ocultarnos, tampoco, su tétrica historia hooliganesca.
Me gustaría que el Bernabéu sonara así de compacto y musical, es cierto, pero no si para llegar a eso tenemos que recorrer el camino de ignominia, muerte y vergüenza que han recorrido estos.

3.- Su entrenador.- Justo lo opuesto a lo que suelen defender sus admiradores. Un señor bastante amarrategui al que le gusta gastarse auténticos dinerales en medianías (fichó al Zenden post Barça) y las "fish and chips" a juzgar por el aspecto que presenta últimamente. Se lleva a unos cuantos compatriotas, cosa que a Van Gaal o Luxemburgo les costó no pocos guantazos mediáticos, y se lo aplauden a él. Tiene a dos o tres ingleses en el equipo y le destacan el sentimiento "red" de la plantilla... justo lo contrario que dicen para nosostros, los del norte de África. Ganó una copa de Europa tras ir perdiendo 3-0 en los penalties a un equipo que tenía a Dida de portero y eso, junto con su paso por el Valencia más leñero de la historia, le ha aupado a los altares. ¿Es eso suficiente? ¿No sería más impresionante que hubiera ganado alguna liga, para variar? Si este señor entrenara al Madrid o al Barça y presentara estos resultados, Relaño ya le habría puesto en la frontera y Abellán hubiera investigado sus hipotecas. En su haber: en su táctica se ha recuperado la denominación "pase largo para el contragolpe" para lo que ha sido durante años el "patapúm parriba".

4.- Su plantilla.- Un portero cantarín de ascendencia aristocrática rojiblanco-culé, un tarugo finlandés (Riise, pepinos a discrección), algunos rebotados del Valencia más decadente (Fabio Aurelio o Sissoko, que no sé si sigue), una víctima madridista de la canallesca tikitakesca madrileña (Arbeloa, sentenciado con un par de partidos), un montón de pollos sin cabeza de infinitas nacionalidades, un mingafría donostiarra (Alonso), un jugador de baloncesto que sólo mete los difíciles (Crouch), un jugadorazo (Gerrard) y un buen delantero (Torres).
Eso es todo. Generalmente juegan de pena, al menos siempre que les veo, pero nuestros plumillas siguen vibrando como dildos futbolísticos al oir sus nombres.
Por cierto, superprofesionales del medio. Aficionados a los abrazos, las caricias y las bebidas refrescantes.

Aún así el equipo no me cae mal.

Son ellos, los plumillas o sus "wannabes" los que me hacen cogerle ojeriza. Los que impiden que me identifique con ese mítico equipo que nos birló una Copa de Europa en el Parque de los Príncipes.

Una pena.